jueves, 30 de septiembre de 2010
El humor Napolitano
Un buen Napolitano sobre todo sabe de reírse de sí mismo. Un Napolitano no se reirá de otro Napolitano al menos que todo sea parte de una maraña de bromas y chistes varios, un Napolitano respeta al prójimo como se respeta un plato de milanesa napolitana con fritas.
Un buen napolitano conoce sus limitaciones, aunque a veces es engañado por su pasado. Este es un ejemplo real sucedido está semana al vocal de los napolitanos:
- Me gustaría probarme este, el pantalón de cuadraditos, el de rayitas verticales no porque me hace muy gordo (el vendedor atrás del mostrador lo mira como diciendo “dale gordo, echale la culpa a las rayitas”)
- Como no señor, ¿en que talle se lo traigo? (pregunta el vendedor mientras relojea al Napolitano de arriba a abajo dándose cuenta que no le alcanzan las manos para hacer los cálculos)
- Traeme un 44 (el Napolitano ve que el vendedor se rie por lo bajo, pero igual sale a buscar lo solicitado).
- Acá tiene señor
El Napolitano entra al vestidor y se da cuenta que el pantalón solicitado no le sube las rodillas
- Mejor traeme un 46 (le grita al vendedor desde atrás de la cortina)
El vendedor se lo entrega. Ahora el pantalón sube, pero el cierre no sube ni un cachito (y no porque esté trabado)
- Me parece que me va a quedar mejor un 48, ¿tendrás?
- Si, como no (le dice el vendedor y vuelve a reirse por lo bajo)
El Napolitano se cansa de pelear con los malditos talles y prefiere retirarse del comercio con la frente en alto.
- Este me anduvo bárbaro, medio sueltito, pero no me convence el color. Gracias igual
- Cuando quiera señor, cuando quiera (le dice el vendedor mientras le señala al compañero con las cejas la casa de ropa de talles especiales que hay cruzando la calle, a la que tendría que haber acudido de entrada el Napolitano).
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Los deportes Napolitanos
Si hay un deporte Napolitano por naturaleza, ese es el paddle (puede gustarse o no ese deporte al napolitano, pero un napolitano no puede negar que ese es el deporte adecuado). Las paredes de los costados y el fondo y el hecho de jugar en equipo hacen que este deporte disminuya considerablemente el esfuerzo que debe invertirse en un partido. Un napolitano aprende a pararse en la cancha, a muñequear, a jugar con efecto, con un poco de práctica y varias horas de juego un napolitano llega a ser considerado muy bueno, se siente cómodo dentro de la cancha y sobre todo logra que los no napolitanos se sorprendan ante su desempeño.
Un buen napolitano finaliza un partido y se sienta a tomar cerveza y picar productos salados. Soporta una hora (en el mejor de los casos) activando sus músculos y gastando valiosas calorías para luego tener la recompensa de la charla entre Napolitanos traspirados, cerveza de por medio, intentando cambiar el mundo.
Todos los deportes pueden ser realizados por napolitanos (el presidente y el tesorero fueron muy buenos jugadores de fútbol e incursionaron con éxito en el atletismo urbano) pero un Napolitano valora más lo previo y posterior a desempeñarlos, un buen napolitano disfruta de cada momento.
lunes, 27 de septiembre de 2010
Pizzas Napolitanas
En el microcentro porteño, si de pizza hablamos, dos lugares hacen la diferencia, con estilos similares, productos muy parecidos y mucha historia. No hay porteño que se digne de tal si no comió en las Cuartetas o en el Palacio de la Pizza.
Los lugares son anticuados y viejos (en el buen sentido de la palabra), uno ingresa y se siente en la década del 60, mozos de esa época, mobiliario de esa época, decoración de esa época, todo indica que en esa época fue un gran negocio. Ambos lugares conservan su encanto, los mediodías rebalsan de gente, siempre hay que esperar por una mesa si se te ocurre ir después de las 13 (y eso que tiene mucho lugar disponible) o sino clavarse las 2 porciones de muzarela de parado (2 son suficientes, aún para un buen napolitano).
El secreto de las pizzas son dos, primero el tamaño de la masa, gorda, abundante, pero esponjosa, distintas, son pizzas al viejo estilo, todo lo que es imposible conseguir en una pizzería de barrio. Pero el ingrediente mágico es la muzarella con que las preparan, ese queso caliente chorrea (literalmente) grasa, si uno apoya una servilleta encima y luego la levanta podrá ver con felicidad para el otro lado (si hiciera falta convertir una chapa en vidrio utilizarían esta muzarella). El sabor de ambas combinaciones (masa – muzarella) hacen de estas pizzerías una experiencia diferente.
Son caras, debo admitirlo, cuesta desembolsar más de 60 pesos al pedir una grande de muzza (hace rato no voy, así que no sé su precio exacto), pero uno no paga solo la comida, paga el ambiente, la historia, paga el estar comiendo en el Obelisco de la Pizza, y el precio por tanto valor agregado es justo.
Son dignos lugares para una reunión de Napolitanos, todos juntos intentando no manchar sus camisas, tomando cocacola de vidrio y debatiendo para encontrar la mejor forma de cambiar al mundo.
viernes, 24 de septiembre de 2010
El matambrito
En la época en que los Napolitanos rondábamos el microcentro porteño nos hicimos habitué de un lugar único, no por su higiene, su buena atención o sus bajos precios, sino por un plato, un único y sensacional plato que no se puede conseguir más que en ese lugar.
Con el tiempo este lugar fue rebautizado como “El matambrito”, dudo que los napolitanos conozcan su verdadero Nombre (City Bar), o el nombre siquiera de su dueño o alguno de sus empleados, pero “el matambrito de la casa” ganó nuestros corazones y nuestros estómagos y nos esclavizó con sus sabores haciendo de ese lugar él lugar de encuentro por defecto.
Cada vez que venía un pariente mío al microcentro en el horario laboral, automáticamente lo invitaba a almorzar con el sólo hecho de agasajarlo. Mi idea siempre fue que conocieran uno de los mejores platos de comida de la ciudad, que supiera que era lo bueno de ser un oficinista porteño, aunque sea por un rato. Los llevaba prometiéndoles un mediodía distinto y los desafiaba a la cumplir la prueba de rigor, terminarse todo el matambrito de la casa (cosa que rara vez podían cumplir).
“El matambrito de la casa” es una porción generosa de matambre de ternera tiernizado, con mucha muzarella por encima (nunca deja ver la carne que hay debajo) y una salsa generosa a base de tomate natural y cebolla de verdeo. El matambrito viene en una bandeja (como debe ser un plato que se precie de importante) con una guarnición abundante de papas rejillas (en plato aparte, no hay lugar para ellas en la bandeja principal). Es casi imposible comerse todo el plato sin sentir que uno fue atropellado, y el sólo hecho de lograrlo convierte al comensal en un verdadero Napolitano.
Hace algunos meses el Napolitano Quito mandó un mensaje con la frase “en el matambrito dejaron de hacer el matambrito de la casa”. Ese fue un golpe muy fuerte para Los Napolitanos, fue un día negro para nuestra institución. Desde ese día lloramos la pérdida de lo mejor del microcentro porteño.
jueves, 23 de septiembre de 2010
Monologo del Gordo - Introducción
El Show no arrancaba asi. Yo aparecia "de sorpresa". Ustedes no tenian que enterarse. Pero pusieron el escenario acá atrás y no queda otra que cruzar por el medio de la sala.
Si hubiese sido flaco, ni me hubiesen visto!!!! Pero con esta panza no pasaba, o pedia permiso, o terminabamos todos encima del escenario porque me los llevaba puesto.
Buenas noches a todos. ¿Linda noche para picada no?
Bueno, aqui estamos para pasar una linda noche entre amigos. Desde acá arriba ya puedo identificar quienes van a ser mis amigos flacos y quienes mis hermanos...
Carta a un caido en combate
Con estas humildes líneas quiero homenajear a todos aquellos caídos en acción, que han abandonado sus ideologías, su teología, su honor, por no haber podido soportar esta situación extrema.
Sé que no es fácil tolerar las presiones del ambientes. La televisión, los medios gráficos, la familia, la propia mujer y hasta algunos amigos traidores no dejan de bombardearnos con sus comentarios constantes e insistentes a cerca de la estética personal, la salud propia, la longevidad del cuerpo humano y demás artilugios que me niego a aceptar.
Sé que he nacido en una era de productos Light, 0 %, comidas vegetarianas, bajas calorías, donde las palabras grasa y fritura son tabú, pero me niego a aceptar el no poder disfrutar de una Napo con frita sin culpas. No busco ser un modelo de belleza ni tener un cuerpo atlético, solo quiero disfrutar de lo que estoy comiendo sin morir en el intento, sin preocuparme por cuantas calorías tiene.
Así que esto es un llamado de atención a todos mis compañeros oprimidos, que tienen que lidiar con las verduras en la mesa, que abandonaron la cerveza y el fernet dejando avanzar las tropas de las aguas saborizadas y los yogures 0%. Necesitamos un único grito que nos una hoy más que nunca, que se escuche en cada rincón de los bodegones y los restaurantes porteños, para acabar ya mismo con el flagelo de lo diet:
MUERTE A LA ACELGA, ARRIBA LA PAPA FRITA, MUERTE A LA PECHUGA GRILLE, ARRIBA LA NAPO
(Homenaje a Ariel, te extrañaremos de este lado)
Las 30 reglas de los Napolitanos
2) Un buen napolitano siempre pide papas fritas como guarnición.
3) Para un buen napolitano que la milanesa sea de ternera o de pollo le es indistinto, siempre y cuando la misma se escape del plato.
4) Un buen napolitano nunca deja comida en el plato.
5) Un buen napolitano tiene prohibido acompañar su comida con agua o gaseosa lite.
6) Un buen napolitano siempre acude al almuerzo semanal programado, no hay razón válida para perderse un “día napolitano”.
7) A un buen napolitano no le interesa el colesterol, ni las calorías ni ninguno de esos inventos modernos creados por diseñadores de moda que quieren ahorrarse dinero en telas.
8) Un buen napolitano usa talle de camisa XL o sus derivados superiores.
9) Un buen napolitano tiene terminantemente prohibido pronunciar la frase “me estoy cuidando”
10) Un buen napolitano disfruta de una buena napolitana tanto como de un buen partido de fútbol.
11) Para un buen napolitano los viernes son sagrados.
12) Los napolitanos se reúnen en grupo a disfrutar de las napolitanas mientras liberan discusiones filosóficas con el sólo objeto de cambiar al mundo.
13) Un buen napolitano sólo puede pedir un menú saludable (llámese a este berenjena a la napolitana) cuando corre riesgo su vida.
14) A buen napolitano, poca ensalada.
15) Un buen napolitano no pide que la milanesa sea al horno. El aceite es tan fundamental como la gaseosa que acompaña.
16) Un buen napolitano tiene que tener Pan, Manteca y Sal para hacer base en la previa.
17) Un napolitano que en plena ceremonia pronuncia las palabras “no puedo más” es automáticamente expulsado del Selecto Grupo de Napolitanos.
18) Un napolitano que acude a la ceremonia en “joggin con elastico vencido” merece que se le dedique todo el almuerzo y es elegido el Napolitano de la Semana.
19) Los dueños de los tenedores libres tiembran al ver ingresar a su establecimiento un grupo de Napolitanos.
20) En un viernes sagrado una napolitana solo puede ser reemplazada por una parrillada.
21) Un buen napolitano recuerda con nostangia más las milanesas de la vieja que los amigos del primario.
22) Un buen napolitano no festeja sus cumpleaños, simplemente son una escusa para juntarse a comer con los amigos
23) Un buen napolitano educa a su descendencia en la vida napolitana a partir que a la misma le salga su primer diente.
24) Un buen napolitano no teme mostrar su pansa al mundo, es su trofeo de años de pertenecer a este selecto grupo.
25) En las reuniones de los Napolitanos se permiten hacer apuestas, cuyas ganancias serán destinadas a juntarse a comer en algún lugar más caro
26) Un buen napolitano jamás es llamado por el resto del grupo por el nombre que figura en su documento
27) Un buen napolitano conoce al menos 3 bodegones que puede recomendar para disfrutar de una buena napolitana.
28) Un buen napolitano intenta desterrar del mundo el fritolin y la margarina diet
29) Un buen napolitano no come, degusta la comida, no traga, saborea cada bocado.
30) Cualquier miembro nuevo de los napolitanos debe aprender, respetar y fomentar estas reglas desde el mismo momento que se autodenomine Napolitano.
Quienes somos
Uno no se convierte en napolitano, napolitano se nace, aunque suele descubrirse con el paso del tiempo (o la visita al primer cardiólogo).
Un buen napolitano ama comer, lo disfruta tanto como una cerveza o un partido de fútbol.
Un Napolitano nunca deja de serlo por más que intente converse de lo contrario (o lo intenten convencer los médicos con frases tales como “si seguís comiendo así vas a terminar muerto envuelto en una bandeja descartable” o “tenes más aceite en las venas que glóbulos blancos, si pudiera ponerte una papá en el corazón de seguro saldría frita” o el típico “si se pudiera vender el colesterol con el tuyo pagaríamos la deuda externa).
Los napolitanos nos organizamos para difundir esta filosofía de vida, para compartir con el mundo nuestros sentimientos (gastronómicos) y para dejar nuestra huella marcada (en el asfalto por nuestro peso).